sábado, 16 de octubre de 2010

Sin saberlo, había estado visitando con ingenua asiduidad (y asidua ingenuidad) una zona franca, un lugar de reglas desconocidas, reglas que establecían unos indivuduos visibles y presentes, que andaban por ahí olisqueándolo todo como perros.

Sólo era un lugar de placer.

Era incluso un lugar de placer.
Al otro lado del par de peñascos, la única ley era dejar que la policía hiciera la ley. En las nuevas ciudades es imposible utilizar la calle en consenso, todos se precipitan contra ella en tropel, salvajemente, como una jauría de perros que se han vuelto locos. Son raros los lugares de reunión, las necesidades de un cada cual son difíciles de definir, diríanse improbables...
Perros, perros, perros, perros, perros.
Así pienso que debería hacer todo lo que normalmente no haría. "Déjate sorprender y verás", dijo el profeta.

2 comentarios:

  1. Alégrame ver unha entrada nova no teu blog.Unha vez máis comprobo o ben que senta poñer uns centos de kilómetros por medio, olvidarse da rutina, volver o tempo atrás... vou ter que aplicarmo. Bicos dende o noroeste

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